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PEDANIO DIOSCÓRIDES ANAZARBEO]
LIBRO SEXTO
Sobre los venenos mortíferos y su prevención
{pról.} Habiendo dado a público conocimiento en los libros anteriormente escritos, querido
Ario, el estudio acerca de los aromas, de los perfumes, de los aceites, de los árboles, de sus frutos y lágrimas, y además de los animales, de la miel, de la leche, de las grasas, de los llamados cereales y hortalizas, así como el completo discurso acerca de las raíces, plantas, zumos, semillas y minerales, en este libro, que es el último de todo el tratado, hablaremos acerca
[1] de los efectos de los venenos que pueden favorecernos o perjudicarnos. Una vez que hemos pedido autorización para un discurso tan largo, volvemos al tema propuesto.
Se divide en dos, por un lado las medidas preservativas para que, de entrada, no nos pase desapercibido <el intento de envenenamiento>, y, si nos pasara desapercibido, para que tengan el menor efecto posible y los procedimientos para socorrer frente a venenos ya bebidos. En primer lugar me voy a dedicar a las medidas preservativas, tema difícil, como ya supusieron los antiguos, porque los que administran venenos se las componen para hacerlo a escondidas de forma que engañen a los más avisados. Suprimen los sabores amargos de los venenos mortales con mezclas dulces, los malos olores con mezclas aromáticas o añadiendo remedios aromáticos que parecen que son para beneficio; especialmente los que tienen efecto débil, tipo el
ajenjo, el
tragoríganos, el
hisopo, el
orégano cabruno, el
tomillo, el
orégano, <
el abrótano>, el
lirio, el castóreo,