gracias a los remedios que se administran en ese apartado.
Se divide en dos desde arriba como se ha manifestado al principio. Un estudio sobre los animales venenosos, denominado ‘ferino’ (
thēriakós), otro sobre los venenos mortales, llamado ‘protector de venenos’ (
alexiphármakos); una vez organizado pondremos de manifiesto que seguimos los puntos acostumbrados: los remedios que pueden ayudar a cada uno de los venenos. Es preciso que el especialista los tenga todos a mano porque su uso muchas veces es acuciante, porque pocos venenos de animales o mortíferos provocan peligros que den tiempo o demora, la mayor parte son inmediatos. Quieren provocar un daño inmediato tanto los que maquinan, por su perversidad innata, como los que voluntariamente se administran a sí mismos venenos mortales, por ser conscientes de su pésima situación o por circunstancias difíciles; cuando se ven descubiertos o se arrepienten, precisan de un auxilio rapidísimo; los enemigos, por su parte, que untan sus flechas y dardos, corrompen pozos y fuentes con productos nocivos, buscan provocar una muerte inmediata. Ante estas situaciones el mal se presenta no al momento, sino con posterioridad, pero si no se contrarresta con remedios al momento hace que el socorro correspondiente resulte sin provecho, una vez que la fuerza destructora ha actuado contra el cuerpo. Por ello en esas situaciones, para que el arte medicinal, como ocurre en otros campos, ofrezca salvación a los hombres, las habilidades no pueden ser fruto del azar.
Entre los antiguos, esta especialidad se supuso que era parte de la terapéutica; los más recientes la dividieron y las llamaron ‘profiláctica’ (prophylakē) o ‘arte de la profiláctica’ (
prophylaktikón)
[1], colocándolo como intermedio entre la higiene
[2] y la terapéutica, perdiéndose en convencer de algo pequeño y completamente superficial. Dicen, en efecto, que hay tres constituciones de los cuerpos humanos: una por la que se mantienen sanos, otra por la que enferman y la tercera, intermedia, por la que creen estar sanos pero están a punto de caer en dolencias y peligros por cierto poder destructor que ya está dentro de sus cuerpos, como puede contemplarse en el caso de los mordidos por un perro rabioso, sin que hayan caído todavía en la hidrofobia, o entre los que han ingerido cantáridas, sin que todavía tengan grandes sufrimientos ni dificultad para orinar. De forma semejante a esas tres constituciones dicen que es posible dividir el arte medicinal en tres apartados: la higiene, que vigila mantener la salud; la profiláctica, que impide caer en enfermedades; y la terapéutica, por la que se solucionan los padecimientos.
Hay que decirles a éstos; en primer lugar, que según esa concepción no dicen que haya tres constituciones en el cuerpo, sino cuatro. Pues igual que hay algunos que todavía no están enfermos, pero están a punto de estarlo por la causa instalada ya en ellos, así hay algunos que ya no