El laurel es un condimento típico en guisos de legumbres y en caldos de cocción de pescados y mariscos, en adobos, escabeches, etc. Las hojas de laurel contienen un aceite esencial cuyos principales componentes son el cineol y el eugenol, que le confieren propiedades carminativas (reducen los gases o alivian la flatulencia) y hepatoprotectoras. También se encuentran diversos ácidos orgánicos, ácidos grasos insaturados, sustancias de acción antioxidante y bactericida y minerales tales como manganeso, calcio, potasio y magnesio. A nivel digestivo estimula el apetito y las secreciones digestivas, así como los movimientos intestinales. Facilita la digestión, mejora o previene situaciones de pirosis o acidez, así como los espasmos intestinales. Sobre el sistema respiratorio favorece la expulsión de las mucosidades de las vías respiratorias y contiene sustancias de acción bactericida, por lo que resulta muy adecuado en caso de afecciones tales como la bronquitis, faringitis, etc. Contiene ácidos grasos insaturados, entre ellos el oleico y linoleico. Ambos ácidos grasos poseen acciones beneficiosas ya que su consumo contribuye a reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares, si bien la acción más destacable del laurel es a nivel del sistema digestivo. Posee una ligera acción antiinflamatoria, contribuye a regular la menstruación en la mujer y es diurético. Las personas que consumen dosis altas (por ejemplo: infusiones demasiado concentradas de hojas de laurel) pueden tener náuseas, vómitos e irritación de la mucosa gástrica. Por otro lado, el laurel es una de las plantas que con mayor frecuencia produce dermatitis de contacto y fenómenos de fotosensibilización. Su uso está desaconsejado en caso de gastritis y úlcera, así como en ciertas enfermedades que afectan al intestino y en personas que tienen el estómago delicado.